famiglia Mazzini
  Famiglia Mazzini
 
Saludos.

OLa soy el don de la famiglia mazzini,bueno la famiglia se creo el 17 de junio del 2009,antes la famiglia era mas pobre pero aora es muy rica y mas mafiosa,La mafia va tenien mas gente....



La familia Mazzini, como la de Garibaldi, era originaria de Chiavari, población marítima próxima a Génova, separada por el río Entella de Lavagna.
 Allí en Chiavari, en 1766, nació Giacomo Mazzini, quien ejerció su profesión médica en Génova, en cuya universidad enseñó también por largos años. Hombre de grandes virtudes morales, después de haber sido revolucionario activo en la juventud, optó por la tranquilidad que le aseguraban sus buenos clientes, pero nunca dejó de atender gratuitamente a los numerosos pobres que solicitaban sus servicios y nunca abdicó de sus sentimientos humanitarios.
 Giacomo Mazzini se casó con la genovesa María Drago y tuvo con ella tres hijas mujeres: Rosa, Antonietta y Francesca, y un varón, nuestro Giuseppe, que nació en Génova el 22 de junio de 1805.
 María Mazzini, con sus altos principios morales, contribuyó mucho mas que el marido a la formación del carácter de Mazzini y fue en toda su vida su mejor y mas entusiasta colaboradora. Lo ayudó siempre económicamente y siempre, proclamándolo hasta públicamente, adhirió a sus ideas éticas y políticas.
 Pero vamos a recordar algo de la niñez de Mazzini, que crecía mas bien débil y enfermizo, por lo que el padre resolvió hacerle estudiar solamente después de haberle reforzado el organismo con adecuados ejercicios físicos. Pero el chico en casa aprendió a leer por si mismo y leyó un sinnúmero de libros. A diferencia de Leopardi, a Mazzini el mucho estudio le mejoró hasta la salud y asi fue que los padres primero le trajeron algunos docentes a casa y luego le enviaron al Colegio Real, regido por los padres somascos.
 Del Colegio Real, en 1822 Mazzini pasó a la Universidad para estudiar medicina, según las intenciones del padre. En cambio el muchacho optó por la carrera de derecho, que entonces era precedida por dos años de estudios literarios y filosóficos.
 Pero mas que por la influencia materna y por sus lecturas, la formación espiritual de Mazzini, humanitaria, revolucionaria y republicana, se debió a las tristes condiciones en que él vio sumida a la Italia de su tiempo y especialmente a su dilecta Génova.
 Eran los tiempos en que Giacomo Leopardi cantaba en su canción “All´Italia”:
 
O patria mia, vedo le mura e gli archi     
E le colonne e i simulacri e l´erme          
Torri degli avi nostri,               
Ma la gloria non vedo,                      
Non vedo il lauro e il ferro ond´eran carchi
I nostri padri antichi. Or fatta inerme,
Nuda la fronte e nudo il petto mostri...
 
Patria mía, veo los muros y los arcos
Y las columnas y las estatuas
Y las solitarias torres de nuestros antepasados
Mas la gloria no veo,
No veo el laurel y las armas de que estaban cargados
Nuestros antiguos padres. Ahora hecha inerme,
Desnuda la frente y desnudo el pecho enseñas...


EN GINEBRA, LYON Y MARSELLA
 
  Primera etapa del exilio de Mazzini fue la ciudad de Ginebra, en Suiza, por aquel entonces gran refugio de los proscriptos de toda Europa. Aquí nuestro prófugo fue recibido con grandes manifestaciones de cortesía por el historiador Sismondi, por el penalista Pellegrino Rossi y otros científicos y políticos allí refugiados. Conoció también al banquero milanés Giacomo Ciani, condenado a muerte por Austria en 1821, quien le sugirió que si tenía “deseo de acción” fuera a Lyon y se presentara a los italianos que se reunían en el Café del Fénix.
 Efectivamente, en la gran ciudad francesa se estaba organizando una columna de dos mil hombres que, conjuntamente con dos batallones de la milicia nacional francesa, debían coadyuvar con el comité surgido en Turín para una sublevación de las poblaciones de Italia Central contra el poder absolutista de los papas.
 Mazzini participó con entusiasmo en la iniciativa hasta que, descubierta ésta por la policía piamontesa, se produjo una violenta represión por aquel gobierno, que ordenaba la detención de todos los jefes de la conjura y de los oficiales del ejército piamontés que habían adherido a la misma.
 Al mismo tiempo, el rey de Francia, Luis Felipe, traicionando las promesas hechas a los exiliados italianos, ordenaba su violenta expulsión del territorio francés.
 Mazzini entonces, de Lyon se trasladó a Tolón y aquí embarcó en un velero napolitano que, cruzando un mar tempestuoso, lo condujo a Bastia, en Córcega, donde se estaba constituyendo una columna de un millar de corsos para participar en la lucha redentora de la Italia Central. Tampoco la columna corsa pudo salir por la defección de Luis Felipe, quien comprometió a toda la proyectada sublevación italiana dejando que fuera ahogada en sangre por la intervención austríaca. Entonces Mazzini se trasladó a Marsella y, no pudiendo hacer más, escribió en francés algunas páginas tituladas Una noche en Rímini en 1831, de maldición a la monarquía de Luis Felipe, que fueron publicadas parcialmente por el National de París.
 Mientras tanto, un acontecimiento de singular importancia se producía en el Reino de Cerdeña, que, entonces, con capital en Turín, comprendía las actuales regiones italianas de Piamonte y Liguria, la isla de Cerdeña y las zonas de Niza y Saboya, que más tarde fueron cedidas a Francia. El 27 de abril de 1831 moría el rey Carlos Félix y le sucedía el príncipe Carlos Alberto de Saboya Carignano. Este hecho reavivaba las esperanzas de todos los que creían en el liberalismo de aquel príncipe. Mazzini en cambio lo consideraba un traidor desde el año 1821. Sin embargo, le escribió una carta que publicó en Marsella bajo el título A Carlos Alberto de Saboya, un italiano. Entre otros conceptos, le grita: “Señor, rechace a Austria, deje atrás a Francia, estreche a Italia en un liga. Póngase a la cabeza de la nación y escriba en su bandera: ¡Unión, Libertad, Independencia!. Y concluye : “Señor, yo le he dicho la verdad. Los hombres libres esperan su contestación con hechos. Cualquiera que ella sea, tenga por cierto que la posteridad proclamará en Ud. al primero entre los hombres o al último de los tiranos italianos. ¡Elija!”.
 Carlos Alberto, que siempre había estado fluctuando entre el liberalismo y la reacción, siguió vacilando bajo la presión implacable de Austria, ejercida por su gran canciller Matternich. Este no se limitaba a gobernar el imperio austro-húngaro sino que se entrometía en la Secretaría de Estado de varios príncipes italianos ayudándoles directamente con su policía. Hasta a la libre Suiza le imponía el desalojo de los exiliados de todas las regiones italianas, que allí se refugiaban. La poderosa Rusia apoyaba a su aliada Austria y la Francia de Luis Felipe terminó por abandonar sus amagos liberales. Por suerte en Inglaterra se iba vigorizando cada vez más la opinión favorable al liberalismo europeo.
 Al recibir la carta, Carlos Alberto se mostró impresionado por el hecho de que el bandido de su reino se atreviera a dirigirle semejantes términos, y ordenó que se arrestara al autor de la carta se volvía a poner el pie en su Estado.
 Mientras, el Rey se mostraba cada vez más reaccionario: concedió la prometida amnistía, pero la limitó a los delitos comunes; ningún condenado político, ningún exiliado la aprovecho.
 Algunos ciudadanos, exasperados por el hecho de que los jesuitas vendieran en una tienda gran cantidad de reliquias y medallas religiosas, hicieron una demostración pública contra tal vil comercio, gritando: “!Abajo los jesuitas, abajo la tienda sagrada!”, fueron todos encarcelados y Turín invadida por las tropas del ejército.
 
LA JOVEN ITALIA
 
  En el lapso de pocos meses, desde su regreso de Córcega, que aconteció en los últimos días de marzo y el fin de aquel año 1831, Mazzini echo las bases de aquella gran construcción espiritual y social en la que trabajó después durante muchos años: el estatuto y la revista de la “Joven Italia”.
 En el estatuto, entre muchas otras normas, se establecía: “La Joven Italia es republicana y unitaria... Los medios de que entiende valerse para alcanzar sus fines son la Educación y la Insurrección. Estos dos medios deben usarse concordemente y armonizarse. La Educación con los escritos, con el ejemplo, con la palabra, debe concluir siempre en la necesidad y la predicación de la Insurrección; la Insurrección, cuando pueda realizarse, deberá hacerse de manera que de ella resulte un principio de educación nacional. La Educación, necesariamente secreta en Italia, es pública fuera de Italia...”
 La fórmula del juramente, después de una larga premisa, establecía: “Doy mi nombre a la Joven Italia, asociación de hombres creyentes en la misma fe, y juro: Consagrarme en todo y para siempre a constituir a Italia en nación Una, Independiente, Libre, Republicana.
  Y ECT
 
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